PEKO PEKO. Sevilla, 29 de Septiembre de 2018
Normalmente pongo en cuarentena
ciertos tipos de establecimientos, me da cierta pereza y casi siempre acabo por
no visitarlos, y este precisamente era uno que tenía todas las papeletas para
que hubiese pasado olímpicamente de él. Varias son las razones que podría tener
para ello, veamos:
El tipo de comida (peruana
fusión) me encanta, pero después de patear Perú casi todo lo que posteriormente
he comido por estos lares deja muy mucho que desear.
Los comentarios en las redes de
internet no eran precisamente unánimes, mucha disparidad en ellos y eso nunca
es una buena noticia.
El aspecto del local tampoco era como para tirar cohetes, más bien lo
contrario, un poco demodé y algo casposillo.
El sitio, C/ Santa María la
Blanca, justo donde acaban (o empiezan) Los Jardines de Murillo es terrero
guiri, turisteo puro y duro y no me gustan los bares turísticos.
En fin que las circunstancias y
apetencias se alineaban con fuerza frente al único pro que el establecimiento
tenía: me lo recomendó efusivamente un amigo que, además, es un perfecto
entendido en cuestiones gastronómicas, Don Carlos Portela, y esta mínima
ventaja hizo el milagro de que el fiel de la balanza obviara el ostracismo y se
inclinara por la visita.
Mi hija no tuvo el menor atisbo
de duda cuando le propusimos que nos acompañara y se apuntó rauda y veloz, todo
atisbo de comida que huela someramente a Sudamérica o Japón ejerce sobre ella
un magnetismo lunar que la pone rápidamente en movimiento.
Y allá que nos encajamos
los tres a ver que cosillas podríamos catar, que manjares degustar, que nuevas
sensaciones vivir.
Como ya dije antes y había visto
por internet, efectivamente el salón es un poco viejuno y con aire un pelín
decadente, turístico. Todo el mundo estaba en la terraza, pero nosotros
preferimos el aire acondicionado.
Del servicio se encargan un trio
de damitas jóvenes, una ejerce detrás de la barra y las otras dos atienden a la
clientela en salón y terraza. La carta es cortita y dispar, evidentemente la base
de la misma es la comida peruana (con toques Nikkey y Chifa), pero tiene guiños
a la gastronomía peninsular.
Para aliviar el calor empezamos
con un par de cervezas y una Coca-Cola Cero para mi hija. La cerveza no es
Cruzcampo, pero estaba bien fría, bien servida y en una hermosa copa. Empezamos
con un aperitivo típicamente andaluz:
Ensaladilla con gambas. Mi mujer es que ve en una carta la palabra
ensaladilla y se le alegra la cara. Nos la trajeron en un plato cuadrado con
una excelente presentación, coronada por tres hermosas gambas peladas. Generosa
y muy buena, aunque un poco pasada del punto de sal, sin eso hubiese sido de
diez.
Seguimos con la joya de la cocina peruana Ceviche. No se puede ir a un peruano y no comerse un ceviche( pincha para ver algunos ceviches espectaculares), eso
es un delito penado. A mí me pareció que le faltaba algo, evidentemente no
dejamos ni restos de él, pero en ningún momento me pareció redondo. También demasiado sabroso.
Pulpo braseado con esferas de causa limeña y toques de salsa ocopa. Los
pulpos a la brasa están en pleno cenit
de las nuevas tendencias gastronómicas, no hay establecimiento que se precie
que no tenga en su menú pulpo. Magnifica presentación, buen tamaño y grosor del
tentáculo que nos pusieron y bien armonizado con la causa y la salsa. De nuevo
el mismo pero que en los dos anteriores, un poco subido de sal.
Picante de marisco. El picante es como una escueta y espesísima
sopa de marisco que llevaba de todo, gambas, almejas, choco, una zamburiña,
etc. Se acompaña con arroz tipo chifa. Me gustó una jarta, pero de nuevo el
mismo pero: pasado de sal.
Con esto ya estábamos listo de
papeles, pero como la puñetera gula es artera, taimada y mala consejera, al
final decidimos pedirnos una par de gordas hamburguesas
de buey, gruesas hamburguesas que vienen acompañadas con una rebosante
cazuelita de hermosas cuñas de patatas fritas y varias salsas. Eva y yo nos comimos nuestra
media hamburguesa cada uno, Rocío solo pudo con media y la otra media la
dejamos con todo el dolor de nuestro corazón.
Al final la comida, las cuatro
cervezas, dos Coca-Colas y dos copas de vinos se fue a 77 euros.
Algunos comentarios respecto a
las tapas:
Una aceptable relación
calidad-precio
Una muy buena presentación
Sabores bastante conseguidos
Y un pero bien gordo. No sé si
fue el día en el que el cocinero se levantó con el pie izquierdo por delante,
que estaba probando un nuevo tipo de sal y no le tenía cogido el tranquillo o que
el tío es así de saleroso, pero como ya he dejado reflejado antes, todos los
platos, excepto la hamburguesa, estaban subiditos de sal, lo que evidentemente
los deslucía. Aun así, y a pesar de este tremendo hándicap, he de decir que estaban buenos, hay
un par de ellos que me los imagino en su punto exacto y serían de auténtico
disfrute. Igual un día de estos me paso a ver si el cocinero ha atemperado sus
gustos salinos.
Y con esto doy por finiquitada la
entrada, la próxima estará dedicada a Cotidiano, que me lo ha recomendado mi
amigo y compañero Enrique Bendala, que es un sibarita de mucho cuidado y cuyos consejos nunca caen en saco roto.
Si tú, lector, quieres
recomendarme uno, no te prives y me escribes un comentario glosando las
alabanzas del local.
Saludos y Feliz regreso al buen yantar.
ResponderEliminarNa más que leer y ya dan ganas de irse al lugar y pedir de comer.