MALI Y LA FUENTE DE COLORES. LIMA
Una tarde
quedamos para ver el museo Mali, una auténtica joya que alberga 3000 años de
arte en Perú, multitud de objetos de culturas de las que no tenía ni la más
remota idea de su existencia. La parte pre-inca es absolutamente maravillosa,
con una calidad y conservación de las piezas expuestas apabullante, tanto que
mi amigo Rafa sostiene la peregrina idea de que son réplicas de originales. Réplicas
o no, el caso es que cuando llevas un rato paseando y deleitándote con tanta
belleza se te rompen los esquemas preconcebidos europeístas, sobretodo que
Colón descubrió y colonizó un mundo de salvajes.
El museo nos
muestra un vasto patrimonio de objetos que se distinguen tanto por su
excelencia artística como por la destreza de su confección. Esta panoplia de
objetos dispares fueron concebidos como
símbolos de poder, ofrendas funerarias y elementos propiciatorios en rituales
de vida y muerte. Aunque es difícil, y a veces imposible, desentrañar el
complejo sentido de sus símbolos, estas piezas representan la principal ventana
al universo de creencias, valores y costumbres de los tiempos anteriores a la
conquista española (como bien habrán podido intuir los que me conocen, parte de
esto lo he copiado de la web oficial del museo).
El caso es que
es una pasada y hay que verlo ,y enterarse que antes que los incas existieron
muchas otras civilizaciones y culturas: Chavin, Nazca, Mochicas, Paraca, Wari,
Chachapoyas, Pucara, Lima y un largo etc. Como me dijo un taxista en Cuzco, que
nos dio una larga, docta y documentada conferencia sobre la conquista mientras
nos llevaba al aeropuerto, “al fin y al
cabo los incas no fueron sino la guinda sobre el pastel de otras muchas
civilizaciones”. Viendo esto me lo creo a pie juntilla.
En el museo está totalmente
prohibido hacer fotos, pero ante el mueble colonial de la foto de al lado, no
nos pudimos resistir e incumplimos la norma. Tenemos una amiga, Dede, doctora en arte de la Universidad de Sevilla
y especialista en este tipo de muebles y cuando lo vimos no nos pudimos
resistir a la tentación de hacerle llegar una imagen de esta maravilla. Sencillamente
preciosa.
Por
cierto, ¿qué os parece lo picarones que
eran los Mochicas? (si no te has fijado repasa la figura primera). Como esa
había muchas, algunas realmente subiditas de tono; mínimo dos rombos de nuestra
época.
A la salida
del museo y ya oscurecido, nos volvimos a encontrar una gran quedada de jóvenes
cazadores de pomekomes enfrascados en sus cuitas personales y ajenos al devenir
de lo que ocurría a su alrededor. Modernos zombis pegados a un teléfono en pos
de no se sabe qué tontería. Definitivamente la raza humana está abocada a la
extinción sin remedio; lo de los dinosaurios va a ser de chiste comparado con
lo que nos va a pasar a nosotros. Este mundo no tiene solución, sin paliativos
de ningún tipo.
Del museo nos
fuimos dando un paseo a ver el Circuito Mágico del agua del parque de la
Reserva, apenas a tres cuadras del museo, por la avenida Arequipa. Recorrer
tres cuadras suponer cruzar tres avenidas más o menos anchas, con un tráfico
infernal y sin atisbo de semáforo por ningún lado. Un peligro lo mires por
donde lo mires, ya que la fauna automovilística no se para por nada ni por
nadie.
El proceso de
cruzar una calle es como a continuación te cuento. Supongo que como todo el
mundo, habrás visto algún documental de los que ponen en la segunda cadena de
televisión por la tarde una vez que el eterno Jordi Hurtado ha acabado su
concurso “Saber y ganar”. Entonces
has tenido que ver las famosas migraciones de los ñues, porque eso lo ha visto
todo el mundo. Pues imagínate a esos televisivos ñues cuando en su migración
anual llegan al río Mara y lo tienen que pasar sabiendo que está lleno hasta
las cachas de cocodrilos que los esperan expectantes y hambrientos. No me digas
que no, que eso lo hemos visto en la tele la tira de veces. Van llegando a la orilla y allí se quedan
apelotonándose, haciéndose los remolones (tú primero, que a mí me da la risa) y
empujando los de atrás a los de delante hasta que la tensión es insostenible y
la tragedia se masca en el ambiente. Y en eso,
el primero de ellos, el más valiente o el más tonto, se lanza al agua y luego, como las ovejas
modorras, todos los demás lo siguen en tropel, uno detrás de otro como posesos
en una secuencia poética e ininterrumpida. ¡Maricón el último!
Exactamente
eso es lo que hacemos la gente de a pie en Lima para cruzar las calles;
igualito que los pobres ñues. En este caso los peatones hacemos de ñues y los cocodrilos son los voraces coches
que nos esperan con las fauces abiertas (léase motor arrancado y acelerando)
esperando que te bajes del acerado y pongas un pie en el asfalto. Un poema lo
mires como lo mires. Lo dicho ¡Maricón el último!
El Circuito es
un maravilloso conjunto de 13 fuentes ornamentales, cibernéticas e interactivas
en donde el agua, la música, la luz, las imágenes y los efectos láser, en
perfecta conjunción y armonía, se mezclan para presentarnos espectáculos únicos
e increíbles, llenos de magia, ilusión y fantasía (esto también lo he plagiado
de su página oficial, porque queda pero que muy requetebonito y bien dicho, y
encima me ahorro pensar las frasesitas a poner). A mí no me pareció una cosa
del otro mundo, aunque, ahora que caigo, estamos en el otro mundo. Bonito sí,
pero no para tirar cohetes. El espectáculo del laser sobre la cortina de agua
(lo más impactante para los peruanos y lo más famoso de todo el circuito) me
recordó el mismo espectáculo del lago de la Expo 92 en Sevilla, pero sin la calidad
del de nuestra ciudad. Qué se le va a hacer; realmente pusimos el listón
demasiado alto.
Y como colofón
una foto tela de cursi de nuestras siluetas recortándose sobre el agua de una
de las fuentes y el fondo nocturno.
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