sábado, 3 de diciembre de 2016

VIAJE A PERU. ENTRADA 6. MALI Y LA FUENTE DE COLORES

MALI Y LA FUENTE DE COLORES. LIMA

Una tarde quedamos para ver el museo Mali, una auténtica joya que alberga 3000 años de arte en Perú, multitud de objetos de culturas de las que no tenía ni la más remota idea de su existencia. La parte pre-inca es absolutamente maravillosa, con una calidad y conservación de las piezas expuestas apabullante, tanto que mi amigo Rafa sostiene la peregrina idea de que son réplicas de originales. Réplicas o no, el caso es que cuando llevas un rato paseando y deleitándote con tanta belleza se te rompen los esquemas preconcebidos europeístas, sobretodo que Colón descubrió y colonizó un mundo de salvajes.


El museo nos muestra un vasto patrimonio de objetos que se distinguen tanto por su excelencia artística como por la destreza de su confección. Esta panoplia de objetos dispares  fueron concebidos como símbolos de poder, ofrendas funerarias y elementos propiciatorios en rituales de vida y muerte. Aunque es difícil, y a veces imposible, desentrañar el complejo sentido de sus símbolos, estas piezas representan la principal ventana al universo de creencias, valores y costumbres de los tiempos anteriores a la conquista española (como bien habrán podido intuir los que me conocen, parte de esto lo he copiado de la web oficial del museo).










El caso es que es una pasada y hay que verlo ,y enterarse que antes que los incas existieron muchas otras civilizaciones y culturas: Chavin, Nazca, Mochicas, Paraca, Wari, Chachapoyas, Pucara, Lima y un largo etc. Como me dijo un taxista en Cuzco, que nos dio una larga, docta y documentada conferencia sobre la conquista mientras nos llevaba al aeropuerto, “al fin y al cabo los incas no fueron sino la guinda sobre el pastel de otras muchas civilizaciones”. Viendo esto me lo creo a pie juntilla.









En el museo está totalmente prohibido hacer fotos, pero ante el mueble colonial de la foto de al lado, no nos pudimos resistir e incumplimos la norma.  Tenemos una amiga, Dede,  doctora en arte de la Universidad de Sevilla y especialista en este tipo de muebles y cuando lo vimos no nos pudimos resistir a la tentación de hacerle llegar una imagen de esta maravilla. Sencillamente preciosa.


Por cierto,  ¿qué os parece lo picarones que eran los Mochicas? (si no te has fijado repasa la figura primera). Como esa había muchas, algunas realmente subiditas de tono; mínimo dos rombos de nuestra época.

A la salida del museo y ya oscurecido, nos volvimos a encontrar una gran quedada de jóvenes cazadores de pomekomes enfrascados en sus cuitas personales y ajenos al devenir de lo que ocurría a su alrededor. Modernos zombis pegados a un teléfono en pos de no se sabe qué tontería. Definitivamente la raza humana está abocada a la extinción sin remedio; lo de los dinosaurios va a ser de chiste comparado con lo que nos va a pasar a nosotros. Este mundo no tiene solución, sin paliativos de ningún tipo.

Del museo nos fuimos dando un paseo a ver el Circuito Mágico del agua del parque de la Reserva, apenas a tres cuadras del museo, por la avenida Arequipa. Recorrer tres cuadras suponer cruzar tres avenidas más o menos anchas, con un tráfico infernal y sin atisbo de semáforo por ningún lado. Un peligro lo mires por donde lo mires, ya que la fauna automovilística no se para por nada ni por nadie.

El proceso de cruzar una calle es como a continuación te cuento. Supongo que como todo el mundo, habrás visto algún documental de los que ponen en la segunda cadena de televisión por la tarde una vez que el eterno Jordi Hurtado ha acabado su concurso “Saber y ganar”. Entonces has tenido que ver las famosas migraciones de los ñues, porque eso lo ha visto todo el mundo. Pues imagínate a esos televisivos ñues cuando en su migración anual llegan al río Mara y lo tienen que pasar sabiendo que está lleno hasta las cachas de cocodrilos que los esperan expectantes y hambrientos. No me digas que no, que eso lo hemos visto en la tele la tira de veces.  Van llegando a la orilla y allí se quedan apelotonándose, haciéndose los remolones (tú primero, que a mí me da la risa) y empujando los de atrás a los de delante hasta que la tensión es insostenible y la tragedia se masca en el ambiente. Y en eso,  el primero de ellos, el más valiente o el más tonto, se  lanza al agua y luego, como las ovejas modorras, todos los demás lo siguen en tropel, uno detrás de otro como posesos en una secuencia poética e ininterrumpida. ¡Maricón el último!

Exactamente eso es lo que hacemos la gente de a pie en Lima para cruzar las calles; igualito que los pobres ñues. En este caso los peatones hacemos de  ñues y los cocodrilos son los voraces coches que nos esperan con las fauces abiertas (léase motor arrancado y acelerando) esperando que te bajes del acerado y pongas un pie en el asfalto. Un poema lo mires como lo mires. Lo dicho ¡Maricón el último!

El Circuito es un maravilloso conjunto de 13 fuentes ornamentales, cibernéticas e interactivas en donde el agua, la música, la luz, las imágenes y los efectos láser, en perfecta conjunción y armonía, se mezclan para presentarnos espectáculos únicos e increíbles, llenos de magia, ilusión y fantasía (esto también lo he plagiado de su página oficial, porque queda pero que muy requetebonito y bien dicho, y encima me ahorro pensar las frasesitas a poner). A mí no me pareció una cosa del otro mundo, aunque, ahora que caigo, estamos en el otro mundo. Bonito sí, pero no para tirar cohetes. El espectáculo del laser sobre la cortina de agua (lo más impactante para los peruanos y lo más famoso de todo el circuito) me recordó el mismo espectáculo del lago de la Expo 92 en Sevilla, pero sin la calidad del de nuestra ciudad. Qué se le va a hacer; realmente pusimos el listón demasiado alto.





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