lunes, 14 de noviembre de 2016

VIAJE A PERÚ. ENTRADA 3. PUNO-LAGO TITICACA

Dos días después de llegar a Lima emprendemos nuestro primer viaje por el país: Puno-lago Titicaca. Hemos llegado a un acuerdo con la dirección del hotel y hemos dejado los maletones en la consigna del mismo, por lo que viajamos ligeros de equipaje, como diría el buenazo de don Antonio Machado.


Isla flotante de los Uros, hecha de totora (junco acuatico)


Cogemos un avión y en apenas un par de horas estamos en el aeropuerto de Juliaca donde nos espera una van para trasladarnos a Puno, sito a 43 kilómetros de distancia. Juliaca es el aeropuerto de referencia de toda la zona sudeste del Perú y a su vez es una población de un cuarto de millón de habitantes y cultura aimara que se dedican casi en su totalidad al comercio (léase contrabando con la vecina Bolivia). Lo que yo vislumbré al paso de la cuidad es que es fea a reventar, la ciudad más jodidamente fea del mundo mundial. Las calles están llenas de agujeros donde te puedes bañar en un día de lluvia, un tráfico densísimo de motocarros y la inmensa mayoría de casas, por no decir todas, sin acabar, eso sí, muchas estatuas por todos lados, horrorosas por cierto. A la vuelta, cuando iba de Puno a Cuzco, la guía del autobús que nos trasladaba nos comentó que es una ciudad donde nadie paga impuestos (al que paga impuestos lo tienen por tonto), ni tasas de ningún tipo, por lo que la municipalidad está tiesa como una mojama y no puede abordar ninguna mejora en las pocas  infraestructuras que ya hay. Ah, pero ¿hay alguna infraestructura? me preguntaba yo sorprendido  mientras oía la explicación.


Juliaca, la ciudad más fea del mundo mundial

El trayecto hasta Puno es una carretera recta por un terreno árido y estepario, donde de vez en cuando se distingue una mujer con dos o tres ovejas o un par de vacas, cada una con una cuerda amarrada a una pata, perdida en medio de un desolado llano. Mucho antes de llegar a Puno se empieza a intuir la presencia del lago. Estamos en época seca y en estas planicies las aguas se han retraído muchos cientos de metros (cada año un poco más debido al imparable cambio climático) dejando un lecho vacío de  muchos kilómetros cuadrados.

Durante el trayecto empezamos a cruzarnos con coches profusamente adornado con coronas y flores. Ante nuestra extrañeza, el conductor nos comenta que es costumbre en esta zona del altiplano trasladarse hasta Bolivia con el coche, para que la Virgen de Copacabana del departamento de La Paz los bendiga. Luego, los dueños los engalanan y se pasean ufanos con ellos. Más o menos lo mismo que hacen con las mascotas animales en Madrid el día de San Antón.


Coche adornado
La señora qu bendice los coches
Puno es otra cosa, no mucho más, pero otra cosa. Nos hospedamos en Casona Plaza Hotel Centro, que como su nombre indica, está en plena Plaza de Armas de la ciudad, centro  neurálgico de la misma junto con su puerto.


Vista de la Plaza de Armas de Puno desde la ventana del restaurante Mojsa

La plaza es coqueta, bonita y muy bien cuidada. Justo al lado de nuestro hotel está el mejor restaurante de la ciudad: Mojsa, al que visitamos nada más llegar para degustar un fantástico menú por 60 soles (16 euros por cabeza) incluidas dos cervezas por barba consistente en:

Cebiche de trucha
Tortillitas de quinoa
Parrillada de verdura
Pinchitos de trucha
Lomo de alpaca

En otra ocasión, también en el mismo restaurante, probamos una trucha a la leña con salsa de mango para chuparse los dedos.

Por la noche la plaza y dos o tres calles aledañas tienen mucha animación y hay multitud de mujeres aimaras-quechuas con sus trajes típicos vendiendo ropas hechas por ellas mismas, confeccionadas con lana de alpaca. Eva, la hija de Ana, se compró dos jerséis de alpaca por 65 soles (apenas 20 euros). Al día siguiente fue mi hija quien se agenció uno, que no se lo quitó ni por asomo en los siguientes días.

Después de bastantes horas en la ciudad y a pesar de estar a 3810 metros sobre el nivel del mar no tenemos signos palpables del mal de altura; apenas Eva, cuando llegamos al hotel, sintió un leve mareo. En el hotel hay cuencos con hojas de coca y jarras de agua caliente por todos lados para el que quiera se prepare un mate de coca para prevenirse del soroche. Ana, muy preocupada por las consecuencias del soroche, se lo ha tomado muy en serio y, como medida profiláctica, le pega de lo lindo al mate. Al día siguiente Eva se despierta fastidiada. El mal de altura ha efectuado su presencia pero, raudo como una centella, le preparo un buen mate bien cargadito y por arte de birlibirloque desaparece. Yo estoy como una rosa, que es mucho decir a estas alturas de mi vida pero queda bien.

Hoy tenemos tour por el lago; lo tenemos contratado desde hace mucho tiempo por la módica cantidad de 40 dólares cabeza, día completo comida incluida. Toca diana a las 5:30. Nos recogen en el hotel y a las 7 y poco ya estamos montados en el barco que nos ha de transportar durante todo el día. No es un último modelo, pero da el pego; el único problema que le veo es que da un ligero olor a gasolina que al principio no molesta pero que al cabo de dos horas te tiene las pituitarias inundadas, en estado de shock. El guía se llama José Carlos y es realmente bueno. Luego, durante el día, me demostró que además de bueno como guía lo era como persona, al ver con el cariño con el que trataba a los uros y a los habitantes de Taquile.


Isla que visitamos
En un momento los niños montaron su puestecito

Loa niños de la isla
Las tres dueñas
El lago es enorme; 8.560 kilómetros cuadrado, de los cuales el 56% es del Perú y el 44% de Bolivia y su principal atractivo turístico son las islas flotantes de los Uros. Las islas flotantes son superficies artificiales habitables construidas de totora, una planta acuática que crece en la superficie del lago Titicaca. Las islas solo ocupan una porción minúscula del lago y casi todas están cerca de Puno y separadas entre sí por apenas un par de centenares de metros. Permanecen ancladas al estar amarradas con largas cuerdas a palos fuertemente clavados en el suelo del lago, de muy poca profundidad, apenas tres o cuatro o metros.

Al hilo de esto nos comentaban un uro con cierta sorna que cuando habia fricción o desavenencias con los habitantes de la isla vecina, bastaba con quitar los palos y la isla se trasladaba con toda su población, arrastrada por los vientos, a su nueva ubicación elegida. sus habitantes, los uros, son un antigui pueblo que actiualmente se concentra en la mesata del Collao y en Perú en las islas flotantes ubicadas en la bahia de Puno. su subsistencia se basa en la cultura ancestral ligada al lago, basada en los múltiples usos dados a la totora que brota del fondo y a la pesca. Hasta hace poco su economía estaba basada en el trueque que realizaban con los habitantes de la orilla.


Eva y mi hija con el conductor de la barca


Cortando totora


Ana y Rocio con las niñas en su puestecito

La construcción de estas islas se hace arrancando grandes bloques de totora con su cepellón en la orilla del lago durante la época de sequia; luego trasladan arrastrando con barcas los bloques al lugar elegico para ubicar la isla. Posteriormente cosen con cuerdas estos bloques entre ellos hasta alcanzar la supeerficie deseada y a continuación empezan a peoner encima densas esteras hechas con totora entretejida hasta que la estructura tiene la densidad y la fuerza necesaria para sotener toda la infraectrucutura que lleverá encima.

Constantemente, durante toda la vida de la isla, se le van incorporando sucesivas capas de totora nueva a medida que las que están en contacto con el agua se van pudriendo. Las viviendas también están construidas con esteras de totora, y cada una está compuesta por una sola habitación. Cocinan al aire libre para evitar incendios. En la actualidad hay unas veinte islas habitadas por entre 3 y 6 familias en cada una de ellas. La humedad es palpable y conscuencia de ella el reuma galopa a sus anchas.

Nos pasamos una hermosa hora departiendo con ellos, enseñándonos su cultura, exponiéndonos sus dudas y sus miedos, paseando en su barca, enseñándonos a coger y comer totora y, tristemente, apostillando que su ancestral cultura está abocada a desaparecer, que  no le queda más de veinte años de vida, que los jóvenes han descubierto otra forma de vivir, y que la suya es muy dura para mantenerla. Ley de vida.
Eva y Ana posan con un uro

Mi señora y yo. Al fondo el barco del paseo


Carita de satisfacción que tiene el menda

Remando

                Después de visitar la isla volvemos al barco no sin cierta nostalgia. Otra hora y media larga para llegar a nuestro siguiente destino, la isla de Taquile, la más grande del lago con 5,5 km de largo por 1,5 km de ancho, 2200 habitantes y con el punto más alto a 4050 metros. Todo cuesta y terrazas, sin un solo coche o moto, únicamente algún burro que otro para transportar materiales. Bueno, pues fue llegar y me dio el tío del mazo, el mal de altura, el puñetero soroche, se me vino de pronto y parecía que tenía un colocón de padre y señor mío. 


Entrando en Taquile y pagando por ello
      Desembarcamos y empezamos a subir por un camino ancho de piedra muy bien construido y que recorre toda la isla, y a mí que me iba a dar algo, sudores, mareos y un malestar generalizado. El pobre guía se quedó conmigo acompañándome en mi andar cansino y tambaleante, animándome como podía. Como pude, llegue hasta una casita a media ladera donde un matrimonio y sus hijos nos tenían preparada una humilde comida: sopa de quinoa y trucha o tortilla de verdura. Todo muy humilde pero puesto en la mesa con todo el cariño del mundo. También pusieron un té caliente hecho con un trocito de planta autóctona y que tenía un fuerte sabor


En la terraza donde comimos


Machacando la planta para limpiar la lana


El seor que nos sirvio la comida y familia

Prácticamente no comí nada pues nada me entraba. Cuando acabó la comida, el mismo lugareño nos hizo una demostración asombrosa de como lavar la lana de oveja que utilizan para sus tejidos con unas plantas machacadas que al meterla en agua producía una espesa espuma. Pues va el tío y mete unos mechones de lana sucios y grasientos en ese agua, lo mueve un poco, y salen limpios como una patena. ¡Alucina vecina! Posteriormente nos obsequiaron con unos bailes populares en honor a la madre tierra. Todo muy bonito, pero yo no lo disfrute como se merecía.

Después de saciar el apetito, el que pudo obviamente,  siguió la subida por un amplio sendero perfectamente construido en pos de la plaza principal del pueblo y con ello mi suplicio. ¡Qué mal lo pasé!, pasito a pasito, con la cabeza como un bombo y encima veía como me pasaba todo el mundo, los compañeros del viaje, las mujeres de la isla, hasta una que tiraba de una cuerda intentando hacer andar a una oveja remolona. Lo más humillante fue ver pasar a mi lado, como a un  bólido, a un lugareño con una bombona a cuestas y silbando el muy cabrón. El paisaje a medida que se sube se vuelve más y más espectacular, y al acercarnos a la plaza empezamos a ver grupos numerosos de mujeres vestidas tradicionalmente, bien tejiendo a la sombra de algún árbol, bien vendiendo mercancía, o simplemente en animada cháchara.


Uno de los miradores

Caminado e hilando a la vez


Mi hija por el camino

Cuando por fin llegamos nos encontramos toda la plaza ornada, y hombres y mujeres ataviados con sus mejores galas. Día feriado en honor a Santiago, patrón de la isla, y la plaza está repleta de autoridades, bailarines, puestos de todo tipo, músicos y un mogollón de visitantes.

                               Las autoridades, muy tiesas ellas, están sentadas ceremoniosamente en un lado de la plaza presidiendo la danza: ellos al fondo, sentados muy tiesos en sillas, vestidos con una chaquetilla negra, camisa blanca, collar de flores y gorro típico en la cabeza coronado con sombrero; ellas a sus pies, en el suelo, con blusa roja, tocado y falda negra con ribete rojo. La estampa es magnífica.

                Mientras un grupo de hombres y mujeres profusamente ataviados bailan en la plaza, no dejan de dar vueltas al ritmo acompasado que marca un hombre con un tambor que está situado en el centro del corro y unas flautas que tocan los hombres que bailan. Los danzantes llevan la cara tapada con cintas multicolores que le caen de un adornado gorro y sobre la frente tapada un espejito. Ellas, a cara descubierta, pero pudorosamente tocadas con un complicado gorro de tela de varias capas, una toca en la espalda y, lo más sorprendente de todo, su vestuario, unas polleras con multitud de capas multicolores. Bailan y bailan dando vueltas sin mostrar el menor síntoma de cansancio a pesar de que son bastante mayores.
Ana sentada entre las mujeres

Las autoridades de la isla
Cuatro escenas del baile

En la plaza todo el mundo está mascando hojas de coca, incluidos los bailarines, y el olor es bastante fuerte. Observo extasiado el ritual de saludo de dos hombres mayores vestidos tradicionalmente. Ambos llevan colgados a su costado unas bolsas de lana para el almacenaje de las hojas de coca. Cuando ambos se encuentran no se dirigen la palabra; se ponen uno junto al otro y uno de ellos abre su bolsa y extrae un puñadito de hojas de coca que mete ceremoniosamente en la bolsa del otro hombre, que la mantiene abierta para tal efecto; acto seguido se repite el ritual en sentido contrario, y unos segundo después ambos cogen dos o tres hojas de sus respectivas bolsas y empiezan a masticarlas. Entonces empieza la conversación.


Vendiendo un pollo

Madre atusando el vestido de su hija


Reunión de mujeres

Después de un buen rato disfrutando del espectáculo, toca volver, desandar el camino recorrido para volver al barco. Esta vez es cuesta abajo y lo llevo mejor, yo creo que el tufo a coca de la plaza se me ha debido de meter en la nariz y estoy como animadillo. Cuando me monto en el barco y empieza el olorcillo a gasolina se complica la cosa y hago las dos horas de vuelta como puedo, con los ojos entrecerrados y acurrucadito.

Ya en el hotel lo primero que hago es prepararme un mate  de coca calentito, seguidamente ir a una “inkafarmacia”, comprarme cuatro aspirinas (se venden sueltas, tu pides las que quieres y el personal coge unas tijeritas y te las corta) y tomarme un  par de ellas. Ducha y estoy como un reloj. El cuerpo humano es un misterio. Las inkafarmacias son farmacias-dispensarios varios-consultorio múltiple,…y todo lo imaginable, y abundan como las setas en otoño, llegando al caso de encontrarnos cuatro o cinco en una sola calle de apenas cuarenta

El día ha sido muy largo así que hacemos merienda cena en el restaurante La Table del Inca.  Tardan una eternidad en servirnos y cuando lo hacen la cantidad de comida es desorbitada. No está mal y el precio como siempre es muy barato. A las diez de la noche ya estamos amorosamente acostados. Mañana tenemos un largo camino en bus turístico de Puno a Cuzco, casi cuatrocientos kilómetros por el altiplano y siete horitas de viaje.  

Me duermo con la idea de que apenas llevo cuatro días en Perú y ya estoy reventaito


2 comentarios:

  1. Lo único seguro es que al final estás sano y salvo a pesar del soroche ... si no, no estarías escribiendo tus vivencias! Aquí en México jamás noté el mal de altura claro que de 2300 a 3800 va casi el doble, pero acostumbrado a los 7-10 mts de altura que máximo hay en la cuesta del rosario.Pepesito

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    1. Gracias Pepesito. Se ve que usted conoce Sevilla. Efectivamente no estoy muerto, gracias a Dios, pero el puñetero soroche me dio un buen sofocón.

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