Qué pena penita pena me ha dado
El Puerto de Santa María este 1 de enero de 2015; acostumbrado al bullicio de
sus calles en verano, a esa Ribera del Marisco llega de gente, a ese Romerijo a
reventá de gente comiendo gambas y bebiendo cerveza, a esas colas multicolores
de gente esperando el vaporcito para darse un garbeo por Cadiz; hoy lo he visto
solitario, triste, alicaído, con visas de ciudad derrotada por el tiempo y mira
que la mañana ha estado bonita, pues ni por esas quillo, ni por esas.
Nos hemos hospedado en el Hotel Monasterio de San Miguel, en pleno centro urbano, a tiro de piedra del
ayuntamiento y de la ribera del marisco, apenas a 300 metros de cada sitio, en un
magnifico monasterio rehabilitado que está realmente bien lo mires por donde lo
mires, incluido el precio. La mañana la hemos dedicado a pasear por señoriales
calles medio vacías, despacito, sin prisas, viendo todo lo que se puede ver, la
Ribera del Marisco, las calles engalanadas con los adornos navideños, el
Castillo de San Marcos, El Resbaladero,
La casa de Rafael Alberti, La plaza de España, etc etc, vamos que le hemos
pegado un repaso de muy señor mío.
Poco a poco encaminamos nuestros
pasos hacía la plaza de toros y siguiendo siguiendo, como el que no quiere la
cosa, nos encajamos a la dos en El Restaurante El Faro y sin habernos tomado ni una mísera cervecita en todo
el camino, cosa que aún hoy día no logro entender muy bien.
El caso es que teníamos reservado
desde tiempo atrás y allí que estaba nuestra mesita esperándonos como agua de
mayo. El restaurante es ya de por sí un lujazo, nos acomodan en el salón principal que es sencillamente espectacular y la atención con que nos tratan excesiva a todas luces según mis
pobretones cánones. Todo ocupado y la presencia de los comensales (orondo
ellos, luciendo galas las señoras) denota lujo, señorío, años y dinero; sobre
los carros que vimos en el aparcamiento prefiero pasar un tupido velo.
Aquí el jefe de sala te quita el
chaquetón de pieles con ostentosa pomposidad y se lo lleva bajo el brazo a
guardarlo en no se sabe que arcana estancia (nosotros como no llevábamos esos
aditivos, tuvimos que dejar nuestros abrigos en el respaldo de la silla) e inmediatamente un camarero te presenta la
bandeja del pan con cinco o seis variedades distintas para que elijas la que
más que te gusta (yo, por si las moscas, cogí un bollito con aspecto de lo más
humilde), acto seguido aparece el responsable de atenderte y te pregunta que
desea el señor/ora tomar como aperitivo: ¿Cream,
Pedro Ximenez, oloroso, cava, un palo cortao….? No, no, gracias, dos cervecitas que traemos el gaznate
ligeramente reseco (lo del gaznate no se lo dije, pero lo pensé)
Al ratito vuelve comanda en mano
y comienza:
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Salón principal grande |
¿Han elegido ya los señores? Les comento: fuera de carta nos han
entrado unas hurtas ideales para dos a la sal, y tenemos unas lubinas
salvajes recién cogidas que aún están coleteando en el cesto. Por supuesto todo
tipo de marisco y ostras, incluido unos magníficos percebes recién traidos de
Galicia
Y a mí me entran unos sudores fríos
cuando alguien me dice (como quien comparte un secreto) que tiene algo fuera de
carta, que me retrotrae a cierto día en El Jailu que casi nos tenemos que
quedar a fregar los diez que íbamos. ¡Que barbaridad más barbara! ¡Que atraco a mano armada nos pegaron! como que cuando vimos la minuta nos entro la risa........
Pues con las cervezas nos
sirvieron dos aperitivos que estaban cojonudamente buenos: Uvas rellenas de queso brik y salmón ahumado y un bocatito de
mejillones en salsa picante. Tan buenos estaban y tan raudo cayeron que no
caímos en la cuenta de hacer la foto de rigor.
De primer entrante pedimos Alcachofas rellenas de marisco. Cuatro
alcachofas rellenas con un sofrito de marisco y cubierta por un huevo frito de
codorniz, de fondo una salsa espesa y sabrosa. Desde que el año pasado
estuvimos en Cartagena y descubrimos el mundo alcachofil nos hemos vuelto unos
impenitentes forofos. Exquisito
De segundo Ensalada tibia de calamares de potera con tomates confitados. De
nuevo el camarero trae la bandeja y la reparte armoniosamente en cada plato
reproduciendo la presentación original que traía. Un artista el tío. Bueno, pues
este también estaba para tocarle las palmas.
Como principal Eva pidió Arroz a banda con tres pescados de roca
y yo pedí Arroz caldoso con perdiz,
espárragos y trompetas de los muertos. Aunque como es norma de la casa ambos los compartimos.
Los dos estaban estupendo, pero
el de perdiz más estupendo todavía. El arroz a banda servido en un plato con
los tres trozo de pescado a la plancha sobre una montañita de arroz, de los
tres pescados yo solo supe distinguir con certeza un lomo de salmonete, otro trozo creo
que era de sargo, pero hasta ahí llego, si es que llego, que no estoy muy seguro.
El caldoso de perdiz
espectacular, servido en una olla tapada de la que te ibas sirviendo (bueno te
servía el camarero), con un montón de carne de perdiz y las trompetas (Craterellus cornucopioides) que le daban
un sabor de muerte como su propio nombre indican. Además de yemas de esparragos y trozos de alcachofa.
Realmente delicioso.
Realmente delicioso.
Ya no quisimos más, con decir que
solo nos tomamos dos cervezas y una mísera botella de agua está dicho todo; como
estaría Sevilla cuando no quiere trigo.
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Eso negro son las trompetas de la muerte. |
Aparte del tono jocoso de la
entrada, justo es reconocer que el restaurante ofrece una inmensa calidad y un
servicio esmeradísimo, y que el precio no es nada del otro mundo para esos dos
parámetros.
Por la tarde siestón de pijama y
orinal, como decía Cela, y un poco de lectura. Ya oscurecido de nuevo a pasear cogiditos del
brazo viendo los colorines de los adornos navideños y por esas calles de Dios ni un alma
en pena, ¿Dónde se ha metido la gente de esta villa? Paseo por aquí, paseo por
alla, una cerveza con gambitas en Romerijo y
a las nueve y media para el hotel. Bueno, pues resulta que en los salones
y la cafetería del hotel había más gente
que en medio Puerto, que barbaridad, que alegría ver grupo de gente charlar
después de esas soledades.
Un par de cervecitas, un ratito de charla y a la cama que mañana nos espera la bulliciosa y señorial Jerez.
Un par de cervecitas, un ratito de charla y a la cama que mañana nos espera la bulliciosa y señorial Jerez.
Enhorabuena por el blog. ¿Qué pasó en El Jailu?
ResponderEliminar¿El Jailu?. Esa es una larga y divertida historia, vamos una clavada que diez años después aún nos hace sonreir alos diez pelagartos que la vivimos. algún día d estos haré un esfuerzo de memoria y la contaré
EliminarEstas Navidades también he ido por el Puerto y me pasa lo mismo desde hace unos tres años, ya no es tan turistico, ahora es mas pueblo. De todas manera para mi tiene mucho encanto. Me apunto este Restaurante... porque todo todo tiene una pinta estupenda.
ResponderEliminar...por qué estarán tan ricas las alcachofas...tan simples y tan ricas.
un saludo Ricardo.
Ya ves Carolina, a todos nos ha dado por el Puerto, a mí me ha dado una impresión de meláncolia gorda, de un pueblo en franca decadencia; no se como estará en verano esa Ribera del Marisco, pero cuando yo he ido..... Un beso y Feliz año
EliminarRicardo: esto es auténtica y pecaminosa gula con tos sus avíos.
ResponderEliminarAutentica y pecaminosa, efectivamente don Francisco y que no falte
EliminarEl Puerto lo conozco, tengo casa allí desde que tenía 12 años, y ahora tengo casa y despacho.
ResponderEliminarDe las que conozco, creo que es la ciudad con mas variedad gastronómica, mala, regular, buena, muy buena y excepcional. Y también gran variedad de precios, puedes comer bien muy barato y también muy caro. O sea, para todos los gustos y bolsillos.
Un saludo
Pues la próxima vez ue esté por esos lares te pediré consejo para que me recomiendes uno bueno, bonito y barato.
EliminarTengo casa en El Puerto y hay muchos sitios recomendables para tomar algo, vamos a los menos conocidos y no por ello menos buenos. El Pescaito, cerca del hospital, pescado muy muy fresco y buen precio. En la Playa de Fuentebrabía, Bar Elias, pescado, pero lo mejor de todo las vistas a la bahía y, antes de tdo esto, tomar una copa de vino en la Bodega de las siete esquinas, la comida no vale nada pero el sitio es de ensueño
ResponderEliminarGracias Leocadio por la información, siempre es bueno, muy bueno, tener información de primera mano de personas que conocen los lugares. Para la próxima visita consultaré tus fuentes.
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