sábado, 22 de septiembre de 2012

De la influencia en el juego de .....


PARTE 2
DE LA INFLUENCIA EN EL JUEGO DE LOS ELEMENTOS QUE DELIMITAN LA PISTA.

Justo es reconocer que, al principio, pongamos los dos o tres primero años, la cosa no resultó tan fácil como parece. Hasta que te das cuenta de que la bola vuelve y aprendes la trigonometría suficiente para saber a donde leches vuelve la bola (nivel de primero de bachillerato, más o menos; en esto los jugadores de billar son unos artistas), corres por la pista desaforadamente como un beodo, de un lado para otro y casi siempre en la dirección incorrecta; cuando vas escopetao para la pared del fondo buscando la bola que te ha pasado, esta ya ha rebotado y está de vuelta pasándote de nuevo por lo alto; te paras como el correcaminos echándote humos los talones, te giras, la sigues con la vista expectante torciendo la cerviz para no perderla de vista, pero quía, inalcanzable, imposible, la cosa ya no tiene solución. Y tú lo único que puedes hacer es rezar, rezar para que no haya ningún conocido viéndote como zigzagueas por la pista de aquí para allá, de allá para aquí, en un continuo cambio de dirección, regateando a tu sombra, con los ojos desorbitados siguiendo la estela de una puñetera bola que desafía todas las leyes de la física.

¿Y que me dices de las dobles paredes? Esas esquinitas son el terror, infunden pánico, provocan pavor, te dejan, la mayoría de las veces con el culo al aire. El Amen Cornet del Augusta National de golf “pecata minuta” comparado con esto.
Tú estás en la esquina esperando ese zambombazo en diagonal que, seguro como la vida misma, te va a mandar el rival que tienes enfrente, y empiezas a pensar:

-            --¿Dará primero en la pared del fondo o en la lateral? Si da en la de fondo la bola se cierra y se pega a la pared lateral y voy a tener que refregar la raqueta nueva por la pared para poder sacarla, pero si da primero en la pared lateral y después en la de fondo,  entonces se va a abrir y voy a tener que dar un medio giro para cogerla.



¡Que dilema¡ no te comes la uñas porque tienes cogida la raqueta y seguro que te vas a dar en la frente con ella, que si no ya te diría yo. Y al final la puñetera bola impacta en la misma esquina, sale en diagonal y te deja con un palmo de narices refunfuñando malhumorado.

Y si las paredes te vuelven loco, de la red lateral mejor no hablamos.

Hay dos tipos de redes, las metálicas de toda la vida y las más modernas que son de un entramado bastante más grueso. En la red de toda la vida aprendes a intuir el comportamiento de la pelota cuando impacta con ella. Normalmente la pelota pierde toda su fuerza, rebota muy muy poquito y cae al suelo en una parábola acentuada, sabiendo esto ya es cuestión de piernas el llegar a la bola o no antes de que toque el suelo.

En las nuevas mallas el problema adquiere otros matices. Por muy buen matemático que seas, por mucha visión espacial que poseas, aunque tengas un programa cojonudo de cálculo de probabilidad especialmente hecho con mucho trabajo para estudiar el efecto del rebote de la bola en la malla, no te comes un rosco, literalmente no te comes un rosco.
Un misterio saber que derroteros tomará la bolita cuando toque la malla, el programa misterios sin resolver de Iker Jiménez un juego de niños comparado con esto. Cuando esperas que rebote de frente, baja como un obús; si supones que va a bajar sale disparada hacía arriba, si corres hacía ella rebota y te la encuentra viniendo hacía ti. Una putada en toda regla, y si, además, tienes enfrente al clásico especialista que las tira todas contra la malla acabas el partido cogiendo moscas y te ves en la ferretería más próxima pidiéndole una cizalla al dependiente.

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