viernes, 17 de febrero de 2012

Del cómo y el porqué me enamore de este juego

PARTE 1. DEL CÓMO Y EL PORQUÉ ME ENAMORE DE ESTE JUEGO 

  Como es bien sabido por todos soy un gran aficionado al pádel, un mal jugador, pero un buen aficionado; de hecho juego al menos cinco días a la semana, todas las semanas del mes y todos los meses del año (bueno, en verano descanso un poco), y así durante los último siete años. Después de esta ingente cantidad de partidos puedo decir con tremendo orgullo que soy realmente malo, que en todo este tiempo, muy a pesar mío y de mis sufridos profesores,  he aprendido bien poco, pero que, eso sí, a constancia no hay quien me gane.

Posando con los trofeos del campeonato de mi pueblo del verano pasado.
Los campeones, los dos churumbeles de 20 añitos recién cumplidos que nos custodian a Eva y a mi, nos pegaron un tute de muy señor. Cosas de la edad. 

Lo mío fue un flechazo a primera vista, lo único que sabía de este deporte era que lo practicaba el presidente, Aznar,  y que por ese insignificante motivo estaba muy denostado, vamos, muy mal visto entre la caterva izquierdista y progre y, sobre todo, justo es decirlo, entre los que no tenían una pista de pádel a mano. Y digo yo, por qué a Franco le gustara pescar, ¿ya no puede pescar nadie que no sea un facha? 



¿Y el factor patrio? ¿No es importante el facto patrio? Un deporte inventado por nosotros, engendrado en suelo hispano, en Marbella, Andalucía, para ser más preciso; no como la mayoría de deportes paridos por la Pérfida Albión o por sus directos descendientes yanquis. No, este bendito deporte es nuestro, con patente marbellí y en el somos (junto a nuestros hermanos de sangre argentinos) pioneros, espejo y referencia mundial. 

 Que tremendo orgullo para todo español jugador de pádel que se precie. El pádel, la paella y el gazpacho, la siesta y los toros. Estas son nuestras referencias ancestrales, culturales, por mucho que le duela a los catalanes (por lo de los toros), y con ellas nos pavoneamos ante el mundo que absorto nos contempla envidioso. 

Nuestras señas de identidad ante el mundo

Bueno, bueno,  que me he dejado llevar por los sentimientos y la pasión, volvamos al grano de la disertación.


 Como iba diciendo me encantó este deporte el primer día que entré en una pista y me percaté de lo chiquitita que era. Comparada con una de tenis, que ves a tu contrincante lejos, lejos, aquí parece que estas en el salón de tu casa, entre cuatro paredes, con todo al alcance de la mano. Pero el golpe de gracia, cuando de verdad me enamoré del todo fue al darme cuenta de que cuando el contrario te tiraba una pelota de esas que llevan mala leche y tú no llegas a ella ni de coña, la dejabas pasar y la pelota rebotaba en la pared y volvía, ¡leches, que volvía¡ y tu tranquilamente la esperabas y le podías atizar. 


El numberguan: Fernando Belasteguin.
Precioso el escorzo, yo intento eso y me descuajaringo del to.


 Que tremenda novedad con respecto al tenis, con mi edad y mi ligero sobrepeso, ya no tenía que arrastrarme sobre la pista con media lengua fuera persiguiendo pelotas imposibles y malintencionadas; no, ahora no, ahora la cosa cambiaba, que el cabronazo de enfrente te pega un remate de esos que si te aciertan a dar te hacen un moratón, tu, impertérrito, miras la bola, displicente la dejas pasar, calculas el ángulo de rebote, la esperas en el sitio justo y ¡zas¡ le arreas un pelotazo de muy señor mio y asunto concluido.

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1 comentario:

  1. Yo soy mas de ping-pong y de badminton, a este último jugué bastante en tiempos, me gustaba, pero reconozco que mis contrincantes eran bastante serios e inmóviles, daba la sensación de que querían jugar pero no se atrevían y yo sin parar de moverme tratando de animar algo, hasta que al final abandoné. No he vuelto a jugar. Eso ha hecho que me engorde, bueno eso y otras cosas, entre ellas dejar de fumar que me ha venido de maravilla, estuve a punto de caer otra vez hace unas dos semanas por un capullo que me puso algo nerviosa pero no lo hice, no, tuve bastante voluntad. Bueno luego seguimos que tengo que ir al médico. Hasta luego

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