Cómodamente instalado, disfrutando del viaje, desde las ventanas del “metrocentro” observo las animadísimas terrazas de la calle San Fernando; veo que al Hotel Alfonso XII le está sentando muy bien el lavada de cara que le están haciendo; junto a Correos un numeroso grupo de personas se agolpan alrededor de una de las muchas estatuas vivientes que cada vez más proliferan en nuestra ciudad (aquí, a diferencia de Barcelona, aún no le exigimos un carnet para desarrollar su arte), delante del Archivo de Indias ya están los stand de navidad inundados de pequeñas maravillas; un poco más allá los aficionados a la numismática salen en animada conversación de la plaza del Cabildo; en la esquina de la antigua sede de Telefónica un grupo sudamericano con sus coloridos y típicos trajes inundan la calle con el sonido de sus quenas, bandolas y flautas de pan; ya en la Plaza Nueva una manifestación expone sus cuitas en la puertas del Consistorio. Sevilla vive y late.
Al fondo se ve la barra y detrás las estanterías
El bar ofrece la típica imagen de una abacería, detrás de la barra la pared está llena de estanterías repletas de productos prestos a ser vendidos. Su estética recuerda años pasados. El local es estrecho y largo, la barra amplia; frente a ella 7 mesas bajas y dos mesas altas, todo en hierro galvanizado y gruesos tablones de madera sin tratar, todo muy rustico.
Como siempre llegada a las 2 menos cuarto y sólo una de las mesas está ocupada, nos sorprende la cantidad de camareros, contamos hasta siete, todos vestidos de riguroso negro (las modas son contagiosas) pero con algún que otro toque alternativo: uno lleva unas raftas de órdago, otro impresa en la camiseta una frase ingeniosa, aquel un cintillo recoge su cuidada melena. A las dos y diez mesas y barra están a tope.
Dos cervezas para empezar, como mandan los cánones (1,30 € por barba) servidas en vasos anchos y bajos y para acompañar comenzamos con brandada de bacalao con pimientos asados (2,90 €) y carrilera ibérica con suave puré otoñal (4,50 €)
Mientras nos sirven pedimos otras dos birras y ahora nos la ponen en dos vasos altos parecidos a los que utiliza la Coca-Cola, pero de cristal más fino. No me gusta que me cambien de vaso.
La barra y estanterías en todo su esplendor
La brandada de bacalao, el recipiente monisimo.
La carrillera y al lado la cazuelita con más puré
Tercera tapa Cucurucho de boquerones al limón (2,90 €), boquerones macerado en limón y suavemente adobados presentados con un aliño de perejil y algo más que no se decir que es. Buenos.
Los boquerones al limón con su salsita por lo alto.
Antes de decidirnos por la última tapa dudamos entre “ensalada thay”, “wok de verdura y pollo” o “tartar de atún”. Elegimos el tartar que es preciosamente la única tapa de toda la carta que pone las mágicas palabras s/p.
Plato de superdiseño, mucho plato y poco condumio.
El tartar, adornado con dos rodajas de rábano
Cuando nos pasaron al final la cuenta nos sorprendió el excesivo precio del atuncito de marras (8,50 €), simplemente abusivo. Eso para que vuelvas a pedir sin pedir precio antes.
En total con IVA incluido 32,60 €.
Este es el wok de pollo y verdura que no pedimos.
Frescura, novedad, algo ruidoso, mucha diferencia de precios, serviciales y rápidos, les falta rodaje pero tiene cosas muy interesantes y seguro que en cuanto encuentren su línea serán un lugar de referencia.
Antes de salir y como ya es costumbre el camarero que nos atendió nos aconsejó que visitásemos su bar preferido: El Contenedor en la calle San Luís
Gracias por leerme
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