Mañanita de Maratón por las calles sevillanas.
Hoy he salido a deleitarme con
los portentosos chicos del Rift. Es un auténtico placer ver correr a estos
magníficos, portentosos y estilizados
especímenes del altiplano; más que correr flotan, botan y rebotan gráciles como
gacelas. Detrás de ellos, élite entre la élite, algunos osados intentan
seguirles el ritmo persiguiéndolos inútilmente con la lengua fuera por el
esfuerzo. A cada zancada el abismo entre ambos grupúsculos se agranda como la
grieta de una enorme falla en un día convulso.
Y después, mucho detrás, la
marabunta blanquecina, heterodoxia pura, desaliño generalizado, grotesco
catálogo de las mil y una formas en que uno puede correr. Ilusión en estado
puro, ganas, deseo y mucho coraje, mucho. Mucho coraje hay que tener para destripar
42.195 metros. Encomiable. A mí solo de pensarlo me da calentura.
Eva y yo siempre seguimos el
mismo ritual. Sobre las 9.30, cuando apenas se llevan recorridos una decena de
kilómetros, esperamos a la cabecera de los participantes cerca de casa y
aplaudimos a rabiar a esos uno o dos corredores en sillas de ruedas, magníficos
aparatos aerodinámicos, portentosos brazos, que más que correr vuelan por el
asfalto como si de bólidos se tratasen. Al cabo de unos cinco minutos aparece
el grupo pedestre cabecero, africanos de ébano, masais urbanos en zapatillas,
fibroso como leños y elásticos como juncos que pasan delante nuestro dejándonos
una exclamación de sorpresa en los labios y una latente envidia en el corazón.
Cuando el primer blanco aparece,
ellos ya han desaparecido por el final de la larga avenida. Detrás del primero
un segundo, luego un minúsculo grupo, cinco, siete y de pronto el reguero de
participantes se va incrementando hasta que, sin apenas darte cuenta, están
pasando delante tuya una riada de corredores, oronda serpiente multicolor que
ocupa todo el ancho de la avenida.
Es hora de cambiar de sitio y nos vamos dando un paseo hasta La Alameda donde cómodamente sentados y disfrutando de un cafetito esperamos para verlos desfilar en el postrero esfuerzo de los agónicos kilómetros finales. Cuando llega a nuestra altura (kilómetro 39, 1 hora 58 minutos) el primero de ellos la gente se desgañita dándole ánimos, aplaudiendo a rabiar. El chico, el héroe, pasa delante de nuestras narices exultante, sin una gota de sudor en el cuerpo, exhalando un aroma de grandeza y una vitola de invencible que apabulla. Al rato, el segundo, pero ese es otro cantar, con las fuerzas casi gastadas a este lo mueve la fe y persiste como un león enfurecido. Pero sus señales corporales marcan otras cosas, cansancio y por encima de todo un inagotable deseo de acabar y de no ser alcanzado por ese tercero que lo persigue incansable como hacen las hienas cuando huelen la debilidad de sus presa.
Animandose |
Es hora de cambiar de sitio y nos vamos dando un paseo hasta La Alameda donde cómodamente sentados y disfrutando de un cafetito esperamos para verlos desfilar en el postrero esfuerzo de los agónicos kilómetros finales. Cuando llega a nuestra altura (kilómetro 39, 1 hora 58 minutos) el primero de ellos la gente se desgañita dándole ánimos, aplaudiendo a rabiar. El chico, el héroe, pasa delante de nuestras narices exultante, sin una gota de sudor en el cuerpo, exhalando un aroma de grandeza y una vitola de invencible que apabulla. Al rato, el segundo, pero ese es otro cantar, con las fuerzas casi gastadas a este lo mueve la fe y persiste como un león enfurecido. Pero sus señales corporales marcan otras cosas, cansancio y por encima de todo un inagotable deseo de acabar y de no ser alcanzado por ese tercero que lo persigue incansable como hacen las hienas cuando huelen la debilidad de sus presa.
Y allí estuvimos durante hora y
media viendo pasar un carrusel humano y atisbando en su caras mil y un
sentimiento: esperanza, alegría, orgullo, dolor, sufrimiento, ilusión …. y en
todos todos mucho cansancio, un cansancio infinito que sin embargo no
cambiarían por nada.
Un precioso y emocionante
espectáculo.
Y ahora tocar comer para
resarcirse del trabajo realizado, que eso de aplaudir y dar ánimos a tanta
gente es mu cansao. Destino LA CHUNGA, en calle Arjona nº 13.
El local no me ha parecido nada
del otro mundo, todo lo contrario. Práctico y sin un gramo de glamour. El
espacio aprovechado al máximo. La terraza incomoda y ruidosa. Esta vez somos
cuatro a la mesa, hemos estado con una pareja amiga del pádel (Ángela y Carlos)
viendo la maratón y se han apuntado al refrigerio. Al principio nos sentamos
fuera pero nos cambiamos por el ruido del tráfico.
Ángela y Carlos. Carlos y Ángela |
Una cerveza 1,30 € mientras nos acomodamos y estudiamos la carta.
Posteriormente hemos tomado vino
Barbazul a 2,80 € la copa.
La oferta me ha parecido muy
reducida y no me ha convencido del todo, al final, después de darle más de una
vuelta nos hemos decidido por:
Carlos y Ángela han pedido las
croquetas, el bacalao y además Risotto
de calabacín y parmesano 5,00 €
y Berenjena rellena con parmesano 3,90 €
y Berenjena rellena con parmesano 3,90 €
Algunas consideraciones respecto
a las tapas que hemos comido nosotros:
· ---Las croquetas de setas estaban realmente
gloriosas. De buen tamaño y con un profundo sabor que inundaba todo. Lo mejor
sin duda.
· --- Las patatas bravas bien de cantidad pero
ligeramente light.
· --- Las otras dos estando bien, no me dijeron gran
cosa, correctas pero de las que al cabo de un rato no eres capaz de recordar el
sabor, de evocar el recuerdo; cosa que sí ocurre con las croquetas.
Nos pedimos dos postres:
Ídem que ídem, nada del otro
mundo.
Finalmente decir que los precios
me parecen subidos para el local, la comodidad y el servicio. A pesar de
haberles dicho que espaciaran en el tiempo la presentación de los platos no nos hicieron mucho caso y nos lo presentaron
en dos grupos y con poca diferencia de tiempo. Por último y para más inri
cuando he llegado a casa he visto que nos han cobrado 3,6 € en concepto de “comensal”, lo que ya me parece indignante.
La conclusión final es que como
este hay muchos otros locales en Sevilla que por un precio igual o menor te dan
una oferta gastronómica y de servicio mucho más gratificante. Se salvan las
croquetas.
¿Esto qué es, una entrada de atletismo o una referencia de un bar? Aclárese
ResponderEliminarLleva usted razón, pero es que cuando me entusiasmo con algo se me va olla. Me gusta empezar las entradas con algo que no tenga nada que ver con el tema central, pero esta vez me he pasado. Aunque me gusta como ha quedado. Otra vez seré más directo. Gracias por el mensaje
EliminarAntes de centrarme en lo que a la entrada de la Chunga se refiere, vaya por delante mi más profunda felicitacón por el blog. Se ha convertido en una referencia importante a la hora de salir a tapear por Sevilla.
ResponderEliminarEn cuanto a La Chunga, lo de los 3,6 € por comensal me parece un atraco, creo que son del mismo grupo que ovejas negras y la Mamarracha, ¿no? Ovejas negras no me dijo nada, la opinión de mi novia es opuesta a la mía jeje. En fin, espero con ansia la siguiente reseña gastronómica reiterando una vez más mis felicitaciones por la manera de enfocar el blog
Estuve en Ovejas Negras al poco de abrir y no nos gustó especialmente, luego he leído crónicas que lo ponen bastante bien. Esta es la crónica de aquella visita:
Eliminarhttp://detapasporsevillayotrascosillas.blogspot.com.es/2011/11/27112011-ovejas-negras.html
Este domingo que viene igual repito. Muchas gracias por el comentario y los inmerecido piropos.