Segundo día en Cazorla.
Ruta del Río Borosa-Laguna Negra
Como
un clavo, a las ocho de la mañana, estamos cómodamente sentados y desayunando
en el hotel equipados con nuestras ropas de batalla. Sorprendentemente no somos
los primeros en llegar al salón y ya están bastantes mesas ocupadas y, sorpresa
aún mayor, constato que todos los que pululamos entre tostadas, café, beicon,
frutas y zumos de diverso índole llevamos un atuendo muy parecido, casi igual,
vamos, moda Decatlón puro y duro con el verde y el caqui como color estrella.
Se me empieza a levantar la mosca detrás de la oreja cuando,
disimuladamente, constato las esbeltas figuras de estos Adonis y Dianas
estilizados y jovencitos, la mayoría de los cuales andan por esa hermosa franja
de edad que va de los veinticinco a los treintaipocos años, unos insultantes
mocosos.
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Este es el perfil del camino, ida y vuelta, que nos vamoa a meter pa el cuerpo |
A
las nueve enfilo la carretera en dirección a la Torre del Vinagre. Son pocos kilómetros,
apenas 35, pero de curvas muy pronunciadas, carretera estrecha y con un puerto
(el de Las Palomas) tela de jodido y con unos precipicios que realmente acojonan
a los más templados y a los que no nos gustan las alturas ni te cuento; en
total una hora mal contada. Mi mujer todo el tiempo: “hijo párate que para ver el paisaje y echar unas fotos” o “mira cariño, mira, que paisaje más bonito”
y yo con los ojos como platos fijo en la carretera sin tener la menor intención
de parar ni de mirar a ninguna parte. Eso sí, cuando llegamos al mirador que
está en todo el alto paré para que retratara todo lo que se le antojase,
faltaría más. Aparte tonterías, el camino es bastante bonito, el entorno
espectacular y conduciendo con calma y prudencia se disfruta del mismo; lástima
que no sea más llanito………
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Contemplando el paisaje en el Puerto de las Palomas |
A
las diez nos estamos bajando del coche, cogiendo bastones, ajustando botas,
llenando el bidón de agua y listos, mochila a la espalda, como dos aventureros
de esos que salen en el Discovery Channel empezamos el ansiado sendero del río
Borosa. Desde la piscifactoría donde
dejamos el coche hasta su nacimiento más allá de la Laguna Negra nos quedan
casi once kilómetros que, según internet y mis amigos Miguel Ángel y Luis
Carlos tiene una dificultad media (estos dos prendas se van a acordar de mí el
año que viene cuando les haga los horarios). Yo había visto el perfil en una
página de senderismo y no las tenía todas conmigo, vamos que me olía a
chamusquina, pero ¿quién no confía en el buen criterio de dos leales compañeros
de trabajo?
Y
empezamos a andar.
Qué
bonito los tres primeros kilómetros por una amplia pista forestal aledaña al
río, que hermosura de naturaleza, que ricura de agua, que deleite, que goce. El
camino pica un poco para arriba, pero na de na. Esto está chupao. Me
tranquilizo y parece que los fantasmas que me rondaban por la cabeza se van
disipando.
En
el kilómetro tres dejamos la pista y no metemos en El Cerrado de Elías, en
pleno cauce del río, por una antigua trocha de pescadores que se ha
rehabilitado, encajonados entre riscos con el agua rugiendo a nuestros pies,
una veces caminado sobre estrechos pasadizos escavados en las paredes rocosas y
otras sobre pasarelas de madera para salvar los tramos más escabrosos. Una
vegetación desbordante y agua por todos lados, en el cauce del río y goteando
de mil manantiales. En total es un kilómetro y doscientos metros de una belleza
salvaje y cautivadora, una gozada para los amantes de la naturaleza.
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Eva en La Cerrada de Elías |
Cuando
de nuevo salimos a la pista forestal llevamos 4,2 kilómetros y sobre una hora y
media caminando, estamos como rosas y fascinados con la experiencia.
Seguimos
caminando.
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Al fondo de ese valle tenemos que llegar y luego subir a la cima |
La
siguiente etapa nos llevará hasta la Estación Eléctrica, en el kilómetro 7,2.
Siempre bordeando el río, cruzándolo de un lado a otro por diversos puentes,
salpicado de fuentes de agua cristalina que nos quitan la sed; adentrándonos poco
a poco, paso a paso hacía el fondo de un valle que muere abruptamente en un
impresionante muro de montañas. Empieza a pegar el moreno y ya parece que la
ruta pica para arriba un poquito más, pero nada del otro mundo. En dos horitas
estamos sentados en la fuente de la central picando algo para reponer fuerzas.
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Primera cascada después de la estación |
Faltan
2,8 k para coronar y llegar a la Laguna Negra y esto es exactamente la
referencia que ponía en la ruta de senderismo que encontré en Internet “iniciaremos la parte más dura del recorrido,
ya que se acaba la pista y comienza, por la derecha una senda que, en
pronunciado ascenso, nos va a llevar hasta contemplar EL SALTO DE
LOS ÓRGANOS, cascada espectacular donde se precipita el joven
RIO BOROSA. Por la izquierda de la Cascada, sigue ascendiendo nuestra ruta para
remontar unas repisas de caliza dando acceso a los túneles por los que
discurren los canales que llevan el agua a la Central Eléctrica. Estos túneles no presentan
ninguna dificultad, ni siquiera de iluminación. El primero desemboca en una
pequeña pradera y el segundo a poca distancia de la LAGUNA DE AGUAS NEGRAS”
Empezamos a
subir de verdad.
Cuando veo
la cuesta me entran unos sudores fríos y un tembleque en las piernas de madre y
señor mío, mi mujer no dice nada y tira para adelante y yo también, como los
burros en la trilla, orejas gachas y para adelante; eso sí, con el
convencimiento de que esto ya no es senderismo, esto es simple y llanamente
competir de tú a tú con las cabras montesas que pululan por estos riscales. Con
lo bien que se tiene que estar en Sevilla que la única cuesta que tiene es la
Cuesta del Rosario que ni es cuesta ni na.
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Segunda cascada aun más bonita que la primera |
Que sudores,
que dolor de piernas, menos mal que cada doscientos o trescientos metros el río
nos sorprende con una cascada, una y otra, cada cual más espectacular y nos
paramos a deleitarnos con su salvaje belleza. La verdad es que yo me paraba más
que para deleitarme para tomar fuelle y descansar un poco las piernas.
Ya no subo,
ahora más bien empiezo a arrastrarme miserablemente
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La última y más espectacular: El Salto de los Organos |
Dos largas
horas de agonía hasta coronar, derrengao, con la lengua fuera y la gorra
chorreándome sudor como a Nadal en sus mejores tiempos, la sujeción de la
mochila pegada al pecho como una lapa y una costra de sudor que ni te cuento. El
puñetero moreno pega de lo lindo. Cuando llegué arriba no me tire al suelo por
miedo a salir rodando y acabar desnucao doscientos metros más abajo. ¡Que
jartito de subir acabé! Ya la sensación de tener que subir y subir y que no se
acabe nunca es bastante lastimosa, pero que encima te adelante todo el mundo
tiene castañas. De pronto aparecían detrás tuya, veinte metros más abajo, en un
recodo cualquiera, un grupo de chavales y en un zis-zas te pasaban como una
exhalación y encima charlando entre ellos como si tal cosa. Y los ves alejarse
con una sonrillisa maliciosa……. Y no te digo nada de los de las bicicletas de
montaña, madre mía, cuesta arriba por sendas de cabras con la bici a cuesta y
sonriendo los cabrones como si tal cosa. Para rematar la fiesta en un recodo
empinadísimo entre riscales me aparecen cuatro mendas bajando a to trapo montados
en bici y haciendo virguerías que ni los del trial ese, y no es que fueran
jovencitos alocados, que va, eran ya talluditos pero, eso sí, entre los cuatro
juntos tenían menos grasa en el cuerpo de la que tengo yo solo en la barriga y
digo yo que así cualquiera, que eso tiene que facilitar mucho las cosas.
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Ese que se ve abajito y galgeando es el menda en la última y cojonuda cuesta. |
El caso es
que después de cuatro horitas y pico llegamos por fin a nuestro destino, mu
malamente pero llegamos y, relajados, nos sentamos a orillitas del lago, Eva
picoteó algo (yo no, a mí no me entraba en el cuerpo ni el aire), no hicimos
nuestra fotito de rigor con cara de campeones, ufanos de la proeza conseguida y
enseguida nos pusimos en marcha para desandar los diez kilómetros y medio
realizados, con el convencimiento de que bajar no es lo mismo que subir. “No te preocupes cariño, que en dos horitas
mal contadas estamos en el coche” le decía yo zalamero a la parienta.
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Disfrutando de unos minutos de descanso en la Laguna Negra |
Empezamos a
bajar.
Dos horitas,
dos horitas y una leche dos horitas. Hora y media tardamos en bajar a la estación
y cuando llegamos teníamos los pies destrozados. Mi mujer los talones y yo en
la punta de los dedos gordos tenía unos
calambritos que no te cuento morena y por la cabeza de ambos un único
pensamiento ¡Nos quedan todavía más de siete kilómetros de camino!
Arrastramos
los pies
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Una de las muchas y benditas fuentes del camino |
No quiero
deleitarme en el penoso espectáculo que dimos durante esos largos largos largos
kilómetros; al final caminábamos por inercia y cuando hacía una parada para
meter los pies en el agua helada del arroyo a ver si estos resucitaban, ponerse
de nuevo en marcha era todo un suplicio, parecía que las articulaciones se
habían anquilosado con el parón y rechinaban a ponerse de nuevo en acción.
Que alegría
cuando vemos a lo lejos el aparcamiento de los coches, que sensación más placentera;
no la cambio ni por la que sentí cuando Iniesta hundió en la miseria a los
holandeses y ganamos el mundial….. y cuando llegue al coche y me quite las
botas ¡que orgasmo, madre, que orgasmo!
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Vuelvo a poner el perfil. El punto primero señalado (el más bajo) es La Cerrada de Elias, el segundo la Estación Eléctrica y el tercero el Salto de los Organos. Arriba del todo está la Laguna Negra |
En total
ocho largas horas y veintiún kilómetros pa el cuerpo, ¡casi na al aparato! Y la
certidumbre de que una vez y no más, esto es mucha tela pa mi body.
Del resto
del día poco que contar, a las ocho estábamos cenando en el hotel y a las nueve
roncando como angelitos, arrebolados y soñando con íbices, muflones y cabras
montesas.
Epílogo:
Tres días después, pateando Sevilla en la Madruga del Jueves Santos, cada vez
que teníamos que subir un escalón mínimamente pronunciado a mí me dolían todas
las corvas, a mi mujer los talones y la pobre me decía una y otra vez ”cariño, tu que entendiste cuando te dije
que en esta etapa de mi vida lo que necesitaba era amor y lujo”
Eso mismo me
pregunto yo.
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Esta última foto es cuado llego arriba del todo y la pongo para que veais al menda con la bici que viene detrás de mi como si tal cosa. Porca misería |
Por las fotos que adjuntaste se te ve como si nada!! Las vistas son preciosas.
ResponderEliminarY no le preguntes más a Juan Carlos y a Miguel Ángel que en una de estas te lesionann!!! UN SALUDO!!!!!!!
Gracias Laurita, las fotos no transmiten el cansancio que llevaba por dentro,pero mereció la pena. en cuanto a esos dos se van a enterar de lo que vale un peine. Un besazo
EliminarMe encanta los paisajes y la naturaleza es preciosa pero yo o es en llano o la veo en documentales.
ResponderEliminarBesos
Llevas toda la razón del mundo mundial Marina, con lo bien que se está en casita, tumbadito en el sillón, viendo esos maravillosos documentales de las 2; pero,ya ves, locuras de juventud, que le vamoa a hacer. Un fuerte beso
EliminarGracias por alegrarme esta mañana de viernes, con mucho trabajo. Un beso
ResponderEliminar¿Centro? ¿Centro?....que rarito. Me alegro enormemente de haberte sacado una sonrisa, me gratifica. grqcias por dedicarme unos minutos de tu precioso tiempo.
EliminarEpectacular, Ricardo: la foto del salto de los Órganos me ha dejado boquiabierto. Y no te quejes tanto, que estás hecho un chavalote. Y además, ya tienes otra aventura que contarle a los nietos, que las de la mili ya están muy vistas, jeje.
ResponderEliminarFDO: Uno de tus compañeros, el que tendrá peor horario el próximo curso (hasta hace poco con barbas, para más señas)
No caigo yo ahora en quien eres, pero bueno ya te cogeré por banda. Efectivamente a partir de la estación (precisamente el trayecto que tu no hicistes) el río se transforma en una sucesión ininterrumpidas de cataratas, cuya culminación es el Salto de los Órganos. Ya sabes, tu que estás hecho un sílfide, donde te puedes pegar un buen paseo. Gracia M. A.
ResponderEliminarRicardo hace la friolera de 35 años disfrutamos de tu misma experiencia pero recuerdo que nos dividimos en dos grupos y entramos por diferentes puntos,dejamos un coche en la piscifactoría y otro en la carretera de Navas de San Pedro,y nos ahorramos la mitad de tu recorrido.Cuando nos cruzamos nos intercambiamos las llaves y luego nos reunimos en la casa que teníamos arrendada en Río Frío.Gracias por lo que me has recordado y por el disfrute de leerte.Un saludo
ResponderEliminarGracias a ti. Yo me enteré de la posibilidad de dejar el coche arriba cuando ya era tarde. Ahora, con la distancia del tiempo, evoco el paseo con placer pero la verdad es que fue duro. Un abrazo.
EliminarHice esta ruta allá por agosto del 2007 creo. Leyendo tu narración la he revivido de nuevo pero sin tanto sufimiento como pase entonces. Es cierto que el repechón final desde la central a la laguna es matador; no se si por el cansancio acumulado , por el calor o por que es muy empinado y echas el bofe. Si recuerdo que bajando al cruzarnos con los que aún estaban en pleno esfuerzo, la pregunta era repetitiva: ¿Queda mucho hasta los túneles? En función del rictus de cada uno la respuesta variaba: "te queda lo peor jovenzuelo", "aupa valiente que ya estás casi arriba, abuelo", "con esas zapatillas de dominguero no llegas cariño" (la piedra suelta hacía mas penosa aún la subida), "hemos dejado a un compañero arriba y vienen a rescatarlo, no sabemos si seguirá vivo". El trayecto de vuelta hasta las truchas, penosísimo: 35 grados, pocas sombras, alguna parada para el baño en las aguas cristalinas del Borosa y ya arrastrando los pies nos lanzamos sobre el coche, sin estar muy seguros de que no fuera un espejismo. Hice esta estación de penitencia con mi cuñao holandés; el estaba "más habituado a las cumbres". No he vuelto a saber de él.
ResponderEliminarMuchas gracias por tan estupendo comentario. Lo he disfrutado. Un abrazo
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