PARTE 2: ENTRO EN UN MUNDO NUEVO. MI PRIMER DÍA
El
gimnasio está ubicado en la segunda y tercera planta de un enorme edificio y no
hay ascensor que valga. En la segunda planta está la recepción, vestuarios,
duchas y una serie de salas a las que no he entrado nunca ni tengo la menor
intención de entrar y donde se dan
clases de todo tipo, aerobic, boxeo, power plate, body pum, cicloyoquelechesse,
y muchas cosas raras más. La planta tercera es la de musculación, mi inexorable destino.
Necesito
mentalizarme, así que hoy sólo será una pequeña prueba de contacto: iré a
hacerme el carnet y preguntaré alguna que otra cosilla.
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Con la tira de tíos buenos que hay en el gimnasio y aparece este cayo malayo por aquí |
Martes
13. Ahora ya no hay escusa.
Tiene
mal fario tener que empezar un martes y 13; ya se sabe en martes y trece ni te
cases ni te embarques, y esto que yo estoy haciendo es un embarque en toda
regla al nuevo mundo del mens sana in corpore sano.
La
cosa empieza mal, no me funciona la tarjeta; por lo visto la banda magnética se
ha jodido y Miss sonrisa-rubiales me tiene que hacer otra, esto es una
premonición en toda regla: “no entres,
lárgate mientras pueda”, me susurra una vocecita en la oreja izquierda
mientras en la derecha otra contrarresta con “gallina, cobarde, echále
bemoles al asunto y palante”. Mientras
me debato en la duda, Miss sonrisa-rubia
ya me ha hecho una tarjeta nueva y presta me acompaña a la sala de arriba para
presentarme al monitor. Ahora que la veo detrás del mostrador le añado un
epíteto más: miss carnes apretadas.
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¡Coño, si esto parece una sala de I+D! |
Pedro,
llamémosle Pedro, es un tío normalito en altura, quizás un pelín bajo para los
estándares actuales, más o menos 1,70. De negro absoluto y ropa deportiva
ajustadísima al cuerpo que hacen que sus músculos se resalten como pequeñas
montañitas bajo la tela. La palabra fuerte no define con exactitud lo que tengo
delante, musculoso tampoco, hipermusculado se aproxima un poco. Cordial, me
saluda, me hace cuatro preguntas tópicas y sin solución de continuidad me manda
a una bici estática, le programa la intensidad y me dice que le de caña durante
20 minutos y desaparece para juntarse con sus colegas que pululan por todos
lados.
20
minutos para observar el panorama mientras pedaleo como si me fuera la vida en
ello y sudo como si estuviese en una sauna y lo que veo me pone los pelos de
punta:
· ----¡Cáspita!
El único gordito de toda la sala soy yo.
· ----La
media de edad reinante debe de estar por los 25-30 añitos, vamos que la mayoría
podían ser mis vástagos.
· ----El
90% son tíos, tíos muy buenos para ser más exacto, según el cañón de belleza
masculino implantado por la archiconocida ABA (American Beauty Ascociations)
· ---- El
10% restante…………, bueno ya hablaremos en otro momento del 10% restante
· ----Los
bíceps de todos y cada uno de ellos se asimilan sin dificultad al tamaño de mi
pierna por encima de la rodilla y, lo que es peor, constato atónito que en mi
cinturón caben por lo menos tres de ellos juntos.
· ----La
moda es ir en tirantas con enormes aberturas en los lados y en el frontal que
en muchos casos llega casi al ombligo, mientras más carne muestres mejor que
mejor.
· -----La
importancia de llevar un móvil último modelo es vital en este entramado social.
Todos, absolutamente todos, cuando no están haciendo sus series repetitivas de
ejercicios en alguno de los muchos aparatos están bicheando con su móvil último modelo en la
mano
· ----¡Coño!,
acabo de descubrir a un señor tripudo que más o menos será de mi edad. ¡qué
alegría, un coleguilla!
Renqueante
acabo mis veinte minutos y ya tengo la toalla empapadita de sudor; me dirijo a Pedro
para demandar mi siguiente ejercicio y me lleva a unos bancos: 80 abdominales
en series de 20 de esta forma y otros 80 de esta otra manera. Así, sin más,
como el que no quiere la cosa, y el tío se va tan tranquilo.
Tardo,
pero los hago todos, aunque entre una serie y otra me tengo que incorporar para
tomar fuelle; cuando acabo, la cintura y la espalda me duelen del copón, y
pienso que si ya me duele ahora no te cuento mañana con las agujetas. Esta
noche dos vasos de agua con azúcar larga.
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Pedro me manda a hacer abdominales |
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¡Toma abdominales! |
En
la siguiente media hora me pone a trabajar en distintas máquinas infernales,
tres series de 15 repeticiones en cada una de ellas. Una para los bíceps, otras
para el pecho, los hombros, yo que se para que leche son, pero el caso es que
ya no me duele la cintura y la base de la espalda, no, ahora me duele el 75% del cuerpo, en sitios
insospechados y donde no pensaba yo que había el menor músculo.
De
vez en cuando llega una conversación a mis oídos “quiyo, este fin de semana me voy a pegar un homenaje y me pienso
desayunar un par de molletes” “pues yo tengo una boda el sábado y unas
cervecitas no me las quita nadie” ¿estos tíos que comen, barritas energéticas y
pollo cocido? ¿Cuánto tiempo hacen que no meten entre pecho y espalda una buena
fabada?
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¡No me tientes, Satanás! |
Según
el míster toca relajación de músculos: me sube a un taburete, me dice que me
agarre de una barra que está anclada al techo y zas, me quita el taburete y me
suelta: “aguanta todo lo que puedas, que
así se estiran los músculos, repite tres o cuatro veces”. ¡Que aguante, pero si no puedo con mi peso! Entre las cuatro
veces ni quince segundos.
Ya
hace una horita que entré en este purgatorio, por hoy la cosa ya está bien, así
que me voy a despedir, y cuando enfilo la puerta me lo encuentro y por to el
morro me dice que de eso nada, que para
acabar haga otros veinte minutitos en una máquina que es como si estuvieses
andando-esquiando. Me la programa a la mínima resistencia y a andar se ha
dicho, el que está en la máquina del lado le dice “déjalo Pedro, que te lo vas a cargar el primer día” Uf, chungo,
esto huele fatal.
Siete
minutos y 19 segundos he aguantado y eso parándome de vez en cuando para tomar aire y que se oxigenen las pantorrillas, el que
estaba en la máquina de al lado, si, si el que habló antes, me miraba de
soslayo, cogía la toalla y hacía como que se secaba la cara, pero el cabronazo
lo que hacía era reírse. He aprovechado un descuido del monitor y he salido por
piernas. A mis espaldas alguien ha soltado una carcajada.
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Estas son las diabólicas manquintas |
Qué
alegría más grande me ha dado cuando he salido a la calle
Acabo de encontrar tu blog y no he podido parar de reírme leyendo esta entrada. Enhorabuena por saber vivir disfrutando tanto.
ResponderEliminarGracias Itziar, no hay nada más saludable que reírse y si encima es de uno mismo entonces es el acabose.Cuando escribo siempre aplico una buena dosis de sarcasmos y socarronería.En las entradas de Padel hasta yo me río. Gracias por escribir.
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