Esta entrada se la dedico a mi amigo Pedro al que, de vez en cuando, se le va la olla en los partidos y así me da la opción de poder ganarle alguna vez.
PARTE 6.
DE LAS RAREZAS QUE NOS ATENAZAN
DE LAS RAREZAS QUE NOS ATENAZAN
Yo no soy muy observador
que digamos; la verdad es que soy más bien de naturaleza despistada y la mitad
de las veces no me entero de lo que pasa a mi alrededor, pero en algunas
ocasiones a fuerza de ver un día tras otro ciertos gestos, repetidamente una vez y otra, es que me es imposible no darse cuenta. Al principio te pica la curiosidad, empiezas a
fijarte más y te percatas de lo raro y supersticiosos que somos todos, todos,
todos, sin escaparse ni uno, toda la estirpe humana es rara por castigo. Si
esto es una verdad a grandes rasgos, entre los jugadores de pádel se sublima,
se magnifica, alcanza un paroxismo hilarante.
Empecemos por los
prolegómenos del partido. Cuatro tíos como cuatro casas llegan, se saludan; departen amigablemente un ratito, dos banalidades por acá, una confidencia por allá y
zas, de pronto uno de ellos sale escopetao y empieza a correr como un poseso
alrededor de la pista, una vuelta, otra, otra…. a la cuarta o quinta vuelta
suda como un albañil en un andamio a las tres de la tarde en Écija… y tu
piensas “coño, este tío se va a reventar
antes de empezar a jugar”. Mientras el menda corre que se las pela, su
compañero de partido se sienta en el banco que invariablemente hay junto a cada
pista y empieza a ponerse apósitos por todos lados, codera, muñequera,
rodillera, la cinta para el pelo, etc, etc; cuando ha acabado de acicalarse
agacha la cabeza, se pone ambas manos alrededor de las sienes y se concentra
como si estuviese jugándose la vida en unas oposiciones para notaría. Hay que
joderse.
Resoplando después de la tercera vuelta a la pista
Por mi bando, mi
compañero se agarra lo más alto que puede a la red exterior de la pista,
levanta los pies del suelo y, como un
murciélago, se queda colgado con los
ojos cerrados para, según él, estirar la espalda. Yo, cada vez que lo miro, no dejo de pensar en esos prisioneros
famélicos que salen en las pelis, colgados de las paredes por largas cadenas con
los grilletes atenazándoles las muñecas,
en lúgubres y siniestras mazmorras. Lo único que le falta son las luengas
barbas.
De esta forma, como el gran Harold Lloyd, se cuelga mi compañero, pero sin sombrero y en calzonas
Obviamente, el único
sensato de los cuatro soy yo, que ni corro, ni me pongo cachivaches, ni me
concentro ni me cuelgo; lo que sí suelo hacer es rezar dos padrenuestros y un
credo (esto ya no se lleva, pro yo soy muy preconciliar) a ver si Dios se
apiada de mí y ese día me concede la dicha de ganar mi primer partido en la
vida, sería la repera. ¡Ganar un partido, que orgasmo¡
Una vez jugué con un
tío que al entrar en la pista iba con un bote de polvos de talco, bote que
depositó cuidadosamente en la puerta junto a la red. Lo primero que pensé fue que sudaría mucho y utilizaría el talco para espolvorearse las manos y que la
raqueta no le resbalase, pero que va; ya metidos en
faena, con el sudor corriéndonos a los cuatro por todo el cuerpo, el bote
seguía en su sitio y nuestro buen amigo no hacía ni asomo por acercarse a él.
Así transcurrió el partido y cuando acabó el último punto y nos dirigimos al
centro de la pista para saludarnos, el colega se va a la puerta, coge su bote y
se embadurna profusamente las manos, pega dos palmadas para quitarse el talco
sobrante y, ahora sí, se dirige a nosotros, sonrisa radiante, brazo estirado, a
saludarnos. Chúpate esa Teresa
Invariablemente mi buen
amigo Manuel cuando empezamos un partido siempre, muy serio, me dice “saca tú, saca tú primero, que si empiezo yo
sacando perdemos seguro”. Al principio de empezar a jugar juntos me quedaba
un poco pillado pensando que igual había tenido alguna que otra mala
experiencia cuando ha empezado sacando, pero ahora, después de cinco años
jugando todas las semanas y de haber perdido todos los partidos que hemos
jugado juntos, el tío sigue impertérrito repitiendo su mantra como si tal cosa.
Digo yo que como no le digamos al que riega la pista que saque por nosotros la
cosa la tenemos cruda.
Esto es lo que define exactamente lo que somos nosotros jugando al pádel
Y que decir de Juanito
Ramírez. Sevilla, mayo a las 7:00 de la tarde, 30 grados a la sombra, cuarenta
minutos de partido a cara de perro. A mí ya no me queda líquido para poder
seguir sudando, lo he sudado ya todo, no me arrastro por la pista porque me da
vergüenza, el poco pelo que me queda lo tengo pringoso y chorreando, pegado al
cuero cabelludo como Torrente en sus mejores tiempos; Pedro, mi compañero, ídem
que ídem, la camiseta, empapada, tan adherida
a la piel que hasta se le ve a través de ella la raja de la operación de
apéndice que le hicieron cuando era joven. Enfrente, Pepito Gil derritiéndose, diluyéndose en un charquito de
sudor, y los tres, en los descansos, como posesos hacia nuestras respectivas
botellas de agua como sedientos hacia un oasis en medio del Sáhara. Tres piojitos deshidratados, tres colgajos
humanos en las últimas. Juanito no, que va, el figura está fresco como una
rosa, ni una arruga en la ropa, ni una gota de sudor en el torso, el pelo como
recién salido de la peluquería, la piel tersa, bronceada y reluciente, la cara
tal como si fuese a un programa de Ana Rosa y cuando nosotros nos derrumbamos
en los descansos buscando la mínima
sombra el tío se pone a hacer flexiones para que no se le enfríen los músculos.
Hidrógeno líquido tiene el menda en las venas porque de otra forma no se
explica.
En fin, que hay gente pa to, como bien le dijo Joselito El Gallo a
Ortega y Gasset cuando se le lo presentaron, pero esa es otra historia.
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Gracias por leerme
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Gracias por acordarte de mi. Aun así no cejaré en mi empeño de crecer un poquito más aunque sea a lo batman. Un abrazo
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