martes, 1 de mayo de 2012

01/05/2012. RESTAURANTE MEDITERRANEO


Hoy, 1 de mayo, después de una larga, larga feria y un sosegado descanso de un par de días, nos ha tocado visitar un  restaurante, digo yo que será para coger fuerza para fin de curso.
El día está precioso. Después de algunos días primaverales de tiempos cambiantes (ahora llueve, ahora luce el sol), hoy la mañana ha salido luminosa, la atmosfera limpia y diáfana, en el aire se respira los últimos coletazos del azahar de los naranjos y también el aroma intangible del inconformismo de los sevillanos.




Es la una del mediodía y por todas partes pululan pequeños grupos de ciudadanos que, rojas banderas en manos (UGT y CCOO se llevan la palma), comentan, aún exaltados, con amplios y gesticulantes movimientos de sus manos, los acontecimientos de las últimas horas en la manifestación. Hoy es día de lucha por los derechos de los trabajadores. Cuando, paseando, llegamos al Tremendo, vemos que está hasta las cachas de sindicalistas y otras personas de bien que, bandera enrollada cogida con mimo con una de sus manos, ahogan su sed en cerveza acompañada de los sempiternos altramuces (un día de estos os contaré lo que me paso hace 38 años cuando le pedí a la madre de las actuales dueñas del establecimiento un plato de “chochos”).

Tanto vaso de cerveza en la mano nos ha abierto el apetito y nos acercamos a la taberna Coloniales, en San Pedro, para tomar un tentempié. Es la una y media y ya hay cola para coger mesa tanto en la terraza de la plaza como en el restaurante. Nos hacemos un hueco en la barra y nos tomamos (Eva y yo, por supuesto) dos birras, cada una a 1,20 € la unidad  acompañadas de una tapa de bacalao en dos salsa (2,65 €) y otra de solomillo al Oporto (2,60 €). Sólo decir que cada tapa es media ración. Un día de estos iré con tiempo y haré una entrada específica de este bar, de todas formas y como adelanto os diré que es uno de los más generosos establecimientos de nuestra urbe en cuanto a relación calidad-precio, por eso está siempre a rebosar.


Ensaladilla de langostinos

Llegamos a las setas. Icono moderno de Sevilla. Punto de encuentro de todo lo que se mueve en esta ciudad. El ambiente está todavía caldeado y hay coches de policías por todos lados. Aquí un chico joven con una raftas  de lujo, megáfono en mano, canta “Andaluces de Jaén” imitando como buenamente puede a Paco Ibáñez, pero nadie le hace ni puñetero caso; por todas partes ondean banderas, sindicalistas y grupos familiares; bajo uno de los enormes magnolios de la plaza la gente se da codazos por acercarse a los grifos de cerveza que alguien ha montado en dos enormes mostradores de la Cruzcampo. A mi lado, en un susurro, por si las moscas, una señora le hace una lúcida revelación a su marido “te das cuenta de que casi todos los sindicalistas son barrigones”. Joder, que fina son las mujeres, pienso yo.


Albóndigas de chocos

Estamos en nuestro destino: Restaurante Mediterráneo, como la canción de Serrat, justo frente de a la facultad de Bellas Artes. En los últimos 10 años el bar ha pasado por varias manos y desde hace dos lo han cogido los dueños actuales, se han gastado una pasta gansa y lo han remodelado de arriba abajo. Ahora el establecimiento está impecable, es amplio, cómodo y el servicio atento, correcto y profesional.
Hemos venido al restaurante con un cupón de Groupón que compramos ya hace tiempo, la oferta era:
32 € en lugar de 96 € por un menú de arroz con bogavante para dos, dos entrantes y una botella de vino.


La olla donde venía el arroz

De entrantes hemos pedido ensaladilla de langostinos y albóndigas de choco, de entre cuatro que nos ofertó el camarero. Justo es decir que cuando compramos el cupón la oferta de entrantes que estaba colgada en internet era bastante más generosa y, sobre todo, de platos más novedosos; platos, que por cierto, aparecían en la carta del restaurante.
La ensaladilla estaba muy buena y repletita de langostinos de un tamaño muy aceptable, las albóndigas algo prietas pero bien de sabor.
El vino que no han puesto ha sido un cosecha de Ribera, hecho con tempranillo, bastante aceptable. Obviamente no se le pueden pedir peras al olmo.


El arroz en su platito, bien servido; pudimos repetir cada uno.

El arroz no los ha servido el mismo dueño del establecimiento con el que hemos departido amigablemente, presentado en una olla de barro y, además, se ha tomado la molestia de apartarnos el bogavante previamente troceado en un plato anexo. Después de saborear el arroz en toda su plenitud nos hemos puesto mano a la faena con el “bicho”, que, troceado y todo, tenia tela que lidiar. Eva un poco más comedida, pero yo no me he cortado ni un pelo y he arremetido con las manos en la masa con todas las ganas del mundo, ¡que leches, uno no come todos los días bogavante¡.


"Er bicho troceaito"

 Entre el tenedor, las manos y la tenacilla puesta a mi disposición, no he dejado resquicio por abrir y degustar. Dos señoras muy mayores que estaban cerca de nosotros, señoriales y distinguidas, disimuladamente, se daban con el codo y me miraban dibujando un rictus de sorpresa, acaso de condescendencia, acaso de disgusto, mientras que yo, erre que erre, seguía festejando, chascando y estrujando el exoesqueleto del exquisito crustáceo decápodo.


Los resto del miura

En fin que todo ha estado muy bien, pero que si hubiese tenido que pagar los 48 € que costaba el arroz para dos según la carta me hubiese parecido excesivo para mis posibilidades, pero que por 32 eurazos me he metido entre pecho y espaldas dos entrantes, una botellita de vino de Ribera y un peazo de arroz con crustáceo decápodo incluido, que miel sobre hojuelas como diría aquel.

PUNTUACIÓN DEL ESTABLECIMIENTO: 6


Gracias por leerme



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